Archivo de la categoría: Anexos

¿Qué hacemos con los periodistas?

 “El periodista es un hombre  a quien se atribuyen ideas; luego, alguien encargado de informar al público sobre los acontecimientos de la víspera. Un historiador de la realidad diaria cuya primera preocupación es la verdad”, Albert Camus.

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LAS CRISIS DEL PERIODISMO IMPRESO

Cómo en toda sociedad democrática, existen crisis; financiera, de carácter social o informativa.  Los medios de comunicación y especialmente la prensa escrita también las padecen. Con la llegada de las nuevas tecnologías, esto se acentúa. La crisis del periodismo impreso podría enmarcarse en cuatro etapas clave que todo periodista debe de conocer:

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¿SABÍAS QUÉ? ESCRITURA Y ALFABETIZACIÓN

Antes de la escritura, el ser humano se comunicaba de forma oral. Este tipo de comunicación existe desde hace 150.000 años. La oralidad fue la única fórmula de comunicación durante 100.000 años y a pesar de la aparición de la escritura seguirá siendo básica.

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DOCTRINA PAROT

ABC despeja incógnitas sobre la decisión del Tribunal Europeo.

¿Por qué se aplicó la doctrina Parot?

La doctrina Parot intentó acabar con una situación injusta en el cómputo de los beneficios penitenciarios. Antes de la doctrina Parot las redenciones ordinarias y extraordinarias previstas en el Código Penal de 1973 se aplicaban sobre una única condena de 30 años de prisión, que era el máximo de cumplimiento efectivo previsto en aquella legislación. Esta situación motivaba que terroristas condenados a penas milenarias y con decenas de asesinatos a sus espaldas quedaran libres tras haber cumplido menos de 20 años de cárcel por hacer yoga, manualidades o estudiar en la cárcel.

¿En qué consistía esta interpretación?

La doctrina fue establecida por el Tribunal Supremo en 2006 y refrendada luego por el Tribunal Constitucional. Consiste en la aplicación de los beneficios penitenciarios sobre cada una de las condenas impuestas (y no sobre una sola de 30 años) empezando por la más grave, y así sucesivamente. De esta forma, se garantizaba que el etarra estaría en prisión esos 30 años. La filosofía de la doctrina es que no salga igual de rentable cometer un asesinato que veinte, que es lo que venía sucediendo hasta su implantación.

¿Por qué la tumba Estrasburgo?

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos no se pronuncia de forma explícita sobre la doctrina ni hace crítica alguna a la política penitenciaria española, sino que se limita a resolver el recurso presentado por Inés del Río. Resuelve, por tanto, únicamente su caso. Lo que sucede es que los argumentos que establece Estrasburgo son extensibles a todos los presos que se encuentran en una situación similar a la de esta terrorista, es decir, a los que la doctrina se aplicó de forma retroactiva. El tribunal asegura que España ha vulnerado dos artículos de la Convención Europea de Derechos Humanos: el 5.1., que hace referencia a la libertad y seguridad; y el 7 (nadie podrá ser condenado por una acción o una omisión que, en el momento en que haya sido cometida, no constituya una infracción ni podrá ser impuesta una pena más grave que la aplicable en el momento en que la infracción haya sido cometida).

¿A cuántos presos puede afectar?

Se cumple un año de la derogación de la doctrina Parot, que puso en la calle a decenas de presos. La polvareda por la excarcelación de 63 etarras se ha ido posando en un silencio que el colectivo solo rompió el 4 de enero para hacerse la foto, mientras que algunos violadores han reincidido y han vuelto a prisión. En mes y medio prácticamente todos los etarras estaban ya en sus casas.

Junto a ellos salió de prisión una quincena de delincuentes comunes con más de dos condenas, entre quienes se encontraban los violadores del portal, del ascensor y del estilete, o el asesino de las niñas de Alcàsser, Miguel Ricart.

¿Hubo salidas en masa?

No. Los tribunales tienen que analizar caso por caso y ver las características específicas del expediente de cada preso. Pese a que había escritos de etarras presentados en la Audiencia Nacional, en el Tribunal Supremo (recursos contra decisiones de la anterior) y en el Tribunal Constitucional (recursos de amparo), la decisión de la excarcelación está en manos del tribunal sentenciador, que es la Audiencia Nacional, en el caso de etarras, y las audiencias provinciales, en el caso de delincuentes comunes, como asesinos en serie o violadores, que también los hay en esta lista de «agraciados» por la decisión de Estrasburgo. En cada una de las solicitudes de los etarras tiene que intervenir, junto con los jueces, el Ministerio Fiscal, que tiene que informar a favor o contra de esta excarcelación y revisar con lupa cada liquidación de condena.

Reincidentes

Los peores vaticinios no han tenido que esperar mucho tiempo para verse cumplidos. En prisión desde abril está Félix Vidal Anido, «el violador del estilete», por intentar agredir a una mujer. Solo habían pasado cuatro meses de su excarcelación.

Pablo García Ribado, conocido como «el violador del portal», ha sido detenido este mismo mes en Guadalajara por abusos sexuales. Había sido excarcelado en noviembre del año pasado. Actualmente ofrecía sus servicios con una identidad falsa como fisioterapeuta a domicilio en las localidades guadalajareñas de Torija y Trijueque.

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LECTURA RECOMENDADA: PERIODISMO DE PRECISIÓN, JOSÉ LUIS DADER

Este sistema de periodismo destaca por su acercamiento a los métodos de investigación científicos y sociológicos más actuales y se basa en investigar y esclarecer problemas, adaptados al periodismo. El periodista en sus indagaciones contará con el uso de las nuevas tecnologías además de apoyarse en búsquedas sociológicas establecidas. Estos métodos pueden ser mucho más fiables y ser más fieles a la realidad que los que podemos obtener mediante una investigación meramente periodística.
Jose Luis Dader, autor de este libro y profesor de de la Universidad Complutense de Madrid, se centra en varias técnicas entre las que destaca la estadística con la que se obtienen una serie de datos bastante enriquecedores para el periodista. Sin embargo, Dader propone la realización de reportajes mediante técnicas de investigación sociológica y estadística.
Otra de las técnicas destacadas es la importancia de las encuestas y sondeos de opinión, importantes para la contribución de la prensa. Las encuestas se basan en obtener información estadística indefinida, mientras que los censos y registros vitales de población son de mayor alcance y extensión. Este tipo de estadísticas pocas veces otorga la verdadera información que se requiere.
Una forma reducida de una encuesta por muestreo es un sondeo de opinión, esta forma de encuesta se caracteriza porque la muestra de la población elegida no es suficiente para que los resultados puedan aportar un informe confiable. Se utiliza solo para recolectar algunos datos sobre lo que piensa un número de individuos de un determinado grupo sobre un determinado tema. También hay que destacar los censos de población que determinan el número de personas que componen un país o una nación.
Otra de las ideas básicas que plantea Dador es la utilización de las bases de datos y los sistemas de archivos públicos que se centran en conseguir información, verificarla y contrastarla a la hora de desarrollar la investigación. Pero, para un periodista es muy complejo utilizar estas tácticas debido a que las administraciones públicas ponen muchos inconvenientes a aquellos que quieren consultar y obtener información sobre este tipo de documentos.
Este libro denuncia la protección de los datos y la delimitación entre lo público y lo privado. La solución a este tipo de problemas es que la sociedad y las administraciones públicas tienen que saber cuando los datos privados se convierten en objeto de interés público.
Las nuevas tecnologías, como por ejemplo Internet, pueden servir de gran ayuda para que el periodista profundice en la investigación mediante la consulta de las bases de datos y otros programas. Internet posee una serie de ventajas entre las que podemos destacar las siguientes: permite ampliar y mejorar la información, para el periodista le permite corroborar los datos de forma inmediata, nos permite el acceso directo a fuentes mundiales, tenemos información universal y actualizada, nos permiten acceder a los protagonistas de la información y hay que tener en cuenta el bajo coste.
Por otro lado, la importancia a las nombradas citas que el autor utiliza. Gracias a estas citas el escritor hace una distinción entre el periodismo de investigación y el periodismo de precisión, pero sin excluir a ninguno de los dos y con la finalidad de combinar ambas y así establecer una serie de diferencias para distinguir entre el periodismo convencional y el buen periodismo.
Dader dice que el periodismo de precisión se ha convertido en la herramienta principal del actual periodismo de investigación en algunos países y, sin embargo, los datos, incluso oficiales o vía Internet, pueden ser también engañosos. La precisión de los datos es tan importante que puede incluso modificar el contenido de un trabajo de periodismo de investigación. Por lo tanto, el periodismo de precisión es muy común y está bastante extendido en Canadá y Estados Unidos, pero en España no tiene casi repercusión.
Para terminar, el periodismo de precisión se cuestiona sobre la revisión e innovación en los métodos de trabajo que desencadena una revolución en los contenidos. Es necesario no sólo invertir en tecnología, sino en adiestramiento del personal con el fin de que el acceso a bases de datos electrónicas y servicios de información en línea sea una práctica.
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EL NUEVO PERIODISMO

¿Qué está sucediendo con el periodismo? ¿Es una revolución o estamos ante lo que era inevitable con la llegada de internet?

Actualmente, el periodismo está sufriendo cambios. Pasamos del convencional periodista que se pasaba horas escribiendo a máquina, a un periodista sumergido en las nuevas tecnologías que no se mueve de casa. Como decía, el número de nuevas fórmulas que se han desarrollado con la popularización de Internet es muy extenso. Por esa razón, sólo me ocupare de dos de ellas: los blogs periodísticos, por ejemplo desde donde os escribo y los confidenciales.
Los blogs periodísticos
Los blogs o weblogs literalmente son cuadernos de bitácora de Internet. Desde una perspectiva general, son cuadernos digitales en los que uno o varios internautas glosan las noticias aparecidas en otros medios digitales o hacen un diario de su vida y costumbres.
Pero dentro de este nuevo periodismo independiente, los blogs valiosos se han decantado claramente hacia los denominados del primer tipo: contenidos alternativos que en muchos casos están sustituyendo a los medios tradicionales como principal fuente de información en la Red porque presumen de su independencia.
Las grandes ediciones digitales de los periódicos más importantes del país, conscientes del éxito de los blogs, han decidido sumarse a esta iniciativa. Así, resulta frecuente encontrar blogs dentro del paraguas de estos medios, ya sean de periodistas en plantilla o de freelance, donde unos y otros escriben informaciones con un estilo muy personal, alejado del estilo del medio.
Los blogs, además, pueden ser una buena forma de abrirse paso en el mundo del periodista. Un periodista joven puede abrirse uno dedicado a la especialidad que más le interese (por ejemplo, periodismo internacional, enfocado en Asia). El profesional subirá con una frecuencia constante textos elaborados por él mismo, que podrá difundir ayudándose de las distintas redes sociales (twitter, facebook), lo que le dará popularidad. Lo puedo utilizar, además, como un elemento importante de valor añadido en su currículo.
En mi caso, escribo sobre el periodismo en general y el correcto uso del periodismo escrito y audiovisual.
Los confidenciales
Junto a los blogs, han renacido en la Red los confidenciales especializados en temas políticos, económicos y sectoriales, que tanto éxito alcanzaron en papel en la década de los ochenta. El desarrollo tecnológico facilita que muchos periodistas de reconocido prestigio distribuyan información y rumores sobre los más variados temas. La mayoría lo hace por el sistema de suscripción gratuita.
Para muchos los confidenciales no pueden ser considerados periodismo, puesto que en ellos es una práctica habitual no desvelar sus fuentes, una de las reglas de oro de la profesión. Sin embargo, no debemos menospreciar su labor pues suelen dar pistas interesantes que otro periodista puede investigar hasta lograr una exclusiva basada en fuentes fiables. Entre los confidenciales más destacados, destacan El Confidencial (www.elconfidencial.com) y Periodista Digital (www.periodistadigital.com), ambos de temática variada, y PRNoticias (www.prnoticias.com), dedicado a noticias sobre el mundo de la comunicación y los medios.

¡SOS! ¿QUÉ HACEMOS PARA SUPERAR ESAS LIMITACIONES?

En relación a la entrada anterior, en cuanto a qué es lo que limita a un periodista audiovisual, existen algunas estrategias a tener en cuenta para superar estas limitaciones de los medios audiovisuales y conseguir atraer el interés de la audiencia.
– Dominar los instrumentos propios de los medios: en la radio, se trata de utilizar el sonido de la mejor manera posible para que la gente se interese por el mensaje, preste atención y lo entienda. Hay que lograr comunicarse efectivamente con la audiencia utilizando de manera adecuada:
* La voz del periodista que tiene que dar una información equilibrada.
* Las declaraciones de testimonios o expertos que aportan información y emociones.
*El sonido ambiente, que, además de situarnos en el lugar de los hechos, también aporta información, emociones e introduce, separa o enlaza los diferentes elementos de una noticia.
En cuanto a la televisión, el periodista televisivo cuenta con otros instrumentos que le ayudarán a contar la noticia de una manera efectiva. Son: la imagen, las declaraciones, el sonido ambiente y la voz en off del periodista. Se trata de combinar estos ingredientes de la manera más efectiva para captar la atención del público y lograr que entienda la información.
– Ser inteligibles: para ser inteligible hay que escribir de una manera sencilla, clara, directa y concreta. Para ello, hay que:
* Seleccionar el vocabulario, buscando las palabras y verbos que describen mejor la cosa, persona o acción a la que nos referimos. La palabra más corta, inconfundible al oído y simple siempre resulta menos equívoca en los medios audiovisuales.
* Escribir frases directas y sencillas, combinando las oraciones simples con las compuestas para evitar que nuestro texto suene como un telegrama al ser leído.
* Escoger la expresión más directa y concreta. Explicar las cosas yendo al grano; es decir, explicar claramente aquello que queremos comunicar, evitando los rodeos o eufemismos.
* Escribir de manera lógica y ordenada.
– Escribir para la imagen: en el caso de la televisión, la mejor solución para evitar que la imagen y su potencia eclipsen la voz del narrador, en off, es que vayan a la par, que cuenten la misma historia. Cuando el vídeo y el off van por distintos caminos, se obliga al público a dividir su atención. Cuando no es posible que el audio y el vídeo cuenten lo mismo, hay que combinar los dos elementos: usar la imagen para atraer la atención pero no introducir información verbal detallada o compleja con una información visual discordante. Cuando no hay una imagen que cuente la misma historia que el off, otra solución es ilustrar la narración con imágenes generadas artificialmente. El grafismo electrónico de hoy permite grandes soluciones.
– Introducir personajes y emociones: se ha demostrado que las emociones llaman la atención de la gente y la motivan a ver una noticia. Los personajes que aparecen en las noticias transmiten emociones y cuentan cosas que atraen la atención de la gente. Sin embargo, se aconseja no sobrecargar las noticias de gran contenido emocional para no caer en el morbo gratuito y en el sensacionalismo.
– Introducir pausas: en televisión, una solución para ayudar a mantener la atención y la comprensión de la audiencia ante informaciones complejas o altamente emocionales es reducir los estímulos que mandamos al público. Para ello, editaremos planos largos y secuencias que acompañaremos con una narración pausada y sencilla para lograr que se nos entienda mejor y que la información se recuerde más. Por otra parte, tanto en radio como en televisión, para ayudar a la audiencia a captar y retener nuestra información son muy útiles las pausas en la narración del periodista, mientras continúa el sonido ambiente.
– Organizar las noticias: en radio y televisión hay que buscar un aspecto de la noticia o dos y desarrollarlos sin dar nada por supuesto procurando que la gente pueda entendernos. Si se quieren desarrollar más de dos temas de la noticia, lo mejor es elaborar diversas piezas informativas para no atosigar a la audiencia con un aluvión de datos e imágenes todo al mismo tiempo.
Finalmente, la narración audiovisual ha de seguir un orden lógico de principio a fin, sea cual sea la estructura elegida para desarrollarla.

¿QUÉ LIMITA A UN PERIODISTA?

A los periodistas audiovisuales, también se nos limita de manera tajante. Las características intrínsecas de los medios audiovisuales y sus rutinas de trabajo provocan una serie de limitaciones en el trabajo diario del periodista.
– La inmediatez: las características del medio y su inmediatez obligan al periodista a trabajar bajo un gran presión. Hay poco tiempo para planificar, producir y emitir. Hay que trabajar y escribir contra reloj en la radio, pero también en el campo periodístico más complejo que es la televisión. Además, muchas veces hay que improvisar en directo. Los profesionales disponen de poco tiempo y poco espacio para convertir hechos confusos, complicados y desordenados en una información clara y organizada que pueda entender la mayoría del público.
– La rapidez: a causa de la rapidez con la que se trabaja, no siempre el periodista tiene tiempo para averiguar los detalles más importantes de una información y cuando se carece de los datos necesarios es imposible escribir de manera clara, concreta y directa, como exigen los medios audiovisuales. Para ello hay que saber y cuanto más sepamos de un tema, mejor lo podremos explicar.
– Dificultad para investigar: el periodista audiovisual cada vez encuentra mayores dificultades para investigar y buscar los datos que necesita. Las causas son diversas: la inmediatez del medio pero también las cada vez más cortas plantillas y escasos presupuestos, así como la falta de planificación a la que llevan unas rutinas profesionales muy enfocadas a cubrir el día a día
Nota: Cada vez somos más los periodistas audiovisuales que acabamos preguntado poco y grabando aún menos y acabamos ciñéndonos a aquello que creemos que vamos a necesitar para cubrir el escaso tiempo asignado. El resultado es una falta de información sobre el tema que obliga a escribir frases ambiguas y poco claras ya que el desconocimiento impide una redacción clara y categórica.

INFORMACIÓN, OPINIÓN Y MANIPULACIÓN

Uno de los aspectos más destacables del subsistema de la comu­nicación de masas y que define mejor sus funciones de control cultural es el conocimiento y tipologización de los mensajes transmitidos; no sólo los referidos a medios tradicionales como prensa o revistas, sino también a los tecnológicos como radio o televisión.


Dentro de los contenidos, destaca la información en sentido estricto: las noticias, cuya referencia son los aconteci­mientos (de actualidad, algunas veces también históricos), que tienen gran importancia por su flujo constante y por su eficacia persuasiva. Es un mecanismo sociopolítico y sociocultural de amplia influencia e intensa presión simbólica. He denominado a este tipo de contenido «información cognoscitiva de actuali­dad», puesto que incluye, además de las noticias, la opinión práctica periodística, que en conjunto tiene una efectividad directa, mediata e inmediata según el contexto, sobre la mayoría de los lectores, oyentes y espectadores de nuestras sociedades de­mocráticas (Roiz, 1994).
Por intermedio de este tipo de información, estamos expues­tos necesariamente a su influencia, que suele estar de acuerdo con las intenciones manifiestas del poder. Aunque su contenido pueda ser más o menos objetivo, y se valore su relación con la «verdad» de lo que se dice, en general siempre está manipulado tanto por las empresas periodísticas o de comunicación e infor­mación como por los propios periodistas o redactores, intervi­niendo inevitablemente criterios variados en su elaboración.
Los acontecimientos no sólo tienen un valor como hechos sucedidos, sino también por los significados que los emisores ins­titucionales les adscriben, instrumentalizándolos para sus fines e interpretándolos desde perspectivas ideológicas. El concepto que tan afortunadamente ideó E. Verón de «semantización» para refe­rirse a que la descripción, comentario y valoración sobre cual­quier acontecimiento están siempre subsumidos en las significa­ciones que sobrepone el emisor; y detrás de los que emerge con mayor o menor latencia la técnica de control persuasivo, es de re­levante importancia para una teoría crítica de la comunicación de masas (Verón, 1968, 133-191).
Ni la información ni menos aún la opinión son neutrales en la comunicación de masas; siempre son interesadas. Cuando some­temos el discurso informativo al «análisis de contenido» o al «análisis de texto» (técnicas diferentes pero complementarias), la ideología del emisor aparece codificada en diversas formas (eva­luación de objetos de actitud, intenciones manifiestas o latentes, representaciones del mundo en ámbitos espaciales, temporales, personales, etc.) y suele surgir con relativa facilidad (Bardin, 1986; Van Dijk, 2000).
La información, a su vez, incide sobre la opinión pública, que es el resultado de opiniones contrapuestas y cruzadas sobre asun­tos de interés común y público, que tienen su origen en las di­versas formas comunicativas sociales y que se reelaboran en los procesos de transmisión de información, creando un diálogo permanente sobre problemas relevantes de la comunidad o la socie­dad (Monzón, 1996).
Los receptores suelen poseer actitudes selectivas sobre aque­llos problemas que les interesan de verdad y sobre los cuales to­man posición permanentemente, actualizando y matizando sus opiniones en el tiempo, de acuerdo con el devenir de los aconte­cimientos y con la aportación de nuevas informaciones.
Los resultados de estudios norteamericanos realizados en los años cincuenta y sesenta revelan que los medios actúan prefe­rentemente reforzando las actitudes preexistentes; y poco a fa­vor del cambio de las mismas (Klapper, 1976, 611). El objetivo de refuerzo de actitudes y valores es evidente en la mayor parte de la información que se transmite, sobre todo en la televisión; y quizás algo menos en prensa, revistas y radio; además, tiene un claro signo conservador.
Estudios posteriores de los años setenta y ochenta explican algunos de los principales rasgos funcionales de los medios, ve­rificados en la prueba de la investigación social, según resultados de análisis de contenido. Tales estudios reflejan que el papel in­formativo de los medios se concentra en la adquisición de cono­cimientos, en la socialización y en el establecimiento de la agen­da de los públicos (tematización). Sin embargo, en lo que se refiere a su influencia en la formación y cambio de actitudes par­tidistas, sobre todo en el campo de la comunicación política, los medios tienen también efectos cognitivos muy relevantes, ya que definen en buena parte, y además valoran, los temas necesa­rios para la formación de las opiniones políticas, económicas y sociales de los ciudadanos (Bryant y Zillman, 1996).
Esta influencia notoria de los medios tiene lugar también a través del proceso denominado «priming»: se trata de la expan­sión que los medios dan a un determinado tipo de contenido o de mensaje que es activado deliberadamente durante un período de tiempo. Además, cuanto más dura el tiempo de exposición tanto mayor es la probabilidad de que el concepto y las repre­sentaciones emitidas permanezcan en la memoria de los recepto­res y por lo tanto influyan en los momentos oportunos acerca de «algo» (político, publicitario, etc.).
Una importante función comunicativa de los medios se refie­re a la creación de opinión sobre temas nuevos. Aunque las in­vestigaciones realizadas no han dado resultados concluyentes, se supone que los medios son extremadamente eficaces en este as­pecto. Los ciudadanos sólo pueden opinar —y en consecuencia tomar posición sobre algo o alguien— cuando esta opinión se ha creado y difundido en el espacio de los medios de comunicación. Entonces existe ya una problemática sobre la que se puede tomar partido públicamente, puesto que se supone que afecta a todos los ciudadanos, siempre que sea de interés común. El propio Klapper indica que sin referencia, problemática, tema, contro­versia o debate no existe opinión.
Los medios son eficaces en la creación de opinión, porque cuando inicialmente una problemática nueva (por ejemplo, la ampliación de la Unión Europea a nuevos miembros del este de Europa) no ha llegado a los líderes ni a los grupos sociales que canalizan normalmente la opinión, tampoco éstos tienen condi­ciones para orientarla en un sentido claro, positivo o negativo; y entonces la principal, cuando no la única, fuente del nuevo co­nocimiento son los medios, con lo cual adquieren una autoridad indiscutible al respecto.
La opinión pública siempre está en mayor o menor grado orientada por los medios de comunicación, aunque a menudo puede aparecer encubierta por la práctica de la tematización. Otras veces es manifiestamente partidista. Aunque les pueda sentar mal a los seguidores de McLuhan, la orientación e in­fluencia se deben más, en mi opinión, al tipo, carácter y signo va­lorativo de los contenidos que al propio medio de comunicación como artefacto.
Sin embargo, el soporte tecnológico aumenta la carga semán­tica de la información-opinión al revalorizar la credibilidad de la fuente. Como ejemplo destaco que una mayoría de la población adulta española considera que el medio en el que tiene más con­fianza por la información transmitida, y al que habían prestado más atención los ciudadanos en los espacios dedicados a la polí­tica durante las campañas electorales había sido indiscutible­mente la televisión (Roiz, 1988, 87-197).
Teóricamente, los medios podrían servir de interlocutores con la opinión pública e interactuar con ésta en un debate per­manente que podría elevar el nivel de cultura cívica y en el que deberían también participar las instituciones sociopolíticas (par­tidos, gobiernos, sindicatos, centrales patronales) y otras organi­zaciones (religiosas, educativas, no gubernamentales). En la ac­tual situación de dominio de los grupos de presión y centros de decisión, el poder simbólico y comunicativo que supone crear y transmitir información y opinión está claramente en los medios, que poseen además el privilegio de poder utilizar tecnologías muy eficaces. Pensemos en la escasa influencia que tienen los medios no masivos (revistas de asociaciones y grupos de la so­ciedad civil) o medios alternativos no situados en el ámbito pú­blico. Las grandes organizaciones mediáticas eligen, marcan o señalan una cosa, algo, para que se distinga claramente de otra. Se trata de aquello (acontecimiento, debate, personaje) que con­sideran relevante según sus criterios (siempre dudosos, y gene­ralmente interesados política y comercialmente) y que debe ser mostrado en la esfera pública y objeto de atención en la arena política. Además, los medios acostumbran (en una tendencia perturbadora cuando no perversa) a articular los temas y debates de actualidad con la publicidad, con el fin de crear asociaciones entre símbolos políticos y comerciales.
El ámbito de la opinión pública es, en mi criterio, bastante más extenso del que suele definirse desde la comunicación polí­tica, campo de aplicación estricto que restringe las posibilidades del análisis, que puede oscilar desde la información y la propa­ganda, por un lado, al deporte y entretenimiento, por otro. Aunque es cierto que la mayoría de los especialistas asocian el desarrollo de una ciencia de la opinión pública a la estabilización del sistema político democrático y al debate público sobre la de­mocracia, es importante considerar que también el campo de la comunicación masiva se vincula estrechamente con el de la opi­nión pública, incluso se podría decir que ambos están articula­dos. El imaginario cultural-comunicativo expresado por los me­dios, en especial por los impresos y por los basados en la imagen, se ha ido incorporando en el tiempo a la comunicación política y representa ya un extenso conjunto de significados, como opinio­nes, juicios y valoraciones (Boeckelman, 1983).
Uno de los rasgos más relevantes de la sociedad contemporá­nea, y que en cierto modo la define es que la mercancía más inte­resante —y a veces decisiva para la toma de decisiones— es el conocimiento y, sobre todo, la información. Este campo se ha con­vertido así en una actividad económica de alto valor comercial, muy cotizada y que genera un porcentaje importante del produc­to interior bruto de un país; además, exige la necesaria integra­ción entre informática, imagen y teletransmisión. El crecimiento del intercambio horizontal de información desde las redes, en especial Internet, es un claro ejemplo pero no el único. Castells habla de «la revolución de la tecnología de la información» y de la «economía informacional» como dos procesos paralelos que han conducido a la cultura de la virtualidad real. Aunque no afecta todavía a la hegemonía de los medios institucionales ni de las audiencias de masas, sí coloca en un primer plano el desarro­llo de las redes interactivas y el espacio de los flujos informativos como fenómenos nuevos del «fin del milenio», recalcando la po­tenciación y el nuevo papel democratizador de la información en la sociedad interconectada (Castells, 1997).
Esta situación genera muchos problemas a una interpretación mediática del control social. Muchos datos sobre el conocimien­to y la información restringida y cualificada están prácticamente bajo confidencialidad, puesto que, como cualquier otro servicio, tienen un alto coste de producción; y ciertos datos son secretos porque sólo benefician a los grandes intereses nacionales e in­ternacionales, principalmente privados. En cuanto al acceso de­mocrático real a la información, sólo los centros educativos y de investigación —en especial las universidades— permiten una utilización pública, prácticamente gratuita, y pocas veces se tra­ta de datos que sirvan para tomar decisiones.
Otro problema grave es la manipulación inicial que realizan sobre datos de fuentes primarias los especialistas de los medios, en concreto el gatekeeper o selector de la información diaria que valora como más adecuada para ser tratada periodísticamente, se­gún criterios bien editoriales o estrictamente comerciales (sensa­cionalismo, optimización publicitaria y atracción informativa).
La manipulación que sufre la información está más acentuada en el caso de la icónica (en las revistas, la radio y la televisión), debido al tipo de códigos que se suelen utilizar, que son los ge­nerales, es decir, los emocionales. R. Gubern ha destacado el alto valor informativo-comunicativo que tiene la imagen y sus posi­bilidades de manipulación, habiéndose, además, convertido en un aspecto clave de la posmodernidad por su incidencia sobre las nuevas formas de publicidad y propaganda. (Gubern, 1987).
Dentro del campo de la imagen, el proceso de elaboración y expresión del mensaje conduce a considerar una diferencia signi­ficativa entre persuasión semántica y persuasión subliminal. La primera se apoya en argumentos e imágenes con el fin de infor­mar y orientar al receptor hacia una u otra decisión, mientras que la segunda presenta imágenes muy elaboradas desde el pun­to de vista psicológico, con fuertes cargas emocionales y simbo­lizaciones sutiles que se imponen a los mensajes racionales (Key, 1991).
Formalmente, todos los mensajes contienen, en mayor o me­nor medida, argumentos racionales junto con información obje­tiva (la descripción, por ejemplo); estos argumentos están asocia­dos a cierta carga afectiva o emocional, relacionada generalmente con alguna de las cinco funciones comunicativas de que habla R. Jakobson en cuanto esferas de acción lingüística orientadas hacia un mismo fin dentro de la comunicación. Se trata de las funciones expresiva, conativa o de llamada, referencial o de representación, fática o de contacto, poética y metalingüística (Jakobson, 1985).
Autores de distinta orientación (psicológica, psicológico-so­cial, lingüística, semiológica) han elaborado diversos modelos de análisis e interpretación de la noticia, género privilegiado para comprender la eficacia de la persuasión y, en su caso, de la mani­pulación. El poder de la información de actualidad, en especial de las «noticias», no se deriva sólo de su interés como «actuali­dad» (cualidad del momento o del tiempo en que estamos) o como referencia de lo que «acaba de suceder» o incluso «está su­cediendo». Este poder se deriva específicamente de la finalidad semantizadora o creadora de sentido que tienen los periodistas, fotógrafos e incluso presentadores de programas. En la práctica, como los profesionales están habituados a dar cierto sentido a los hechos o a extrapolar uno nuevo, interesado, frecuente­mente ideológico o político, los acontecimientos terminan por perder su carácter cualitativo y se convierten en meras justifica­ciones.
Por lo tanto, la práctica «habitual y cotidiana» del periodis­mo deforma sistemática y necesariamente cualquier significado objetivo, posiblemente porque se considera que la práctica sirve para preservar o incrementar intereses corporativos, por ejemplo comerciales, lo que se puede lograr fácilmente al espectacu­larizar las dimensiones y los elementos del acontecimiento, as­pecto ya destacado en diferentes libros por analistas del discurso periodístico (Van Dijk, 1990).
La manipulación de la información con fines de engaño, con­siste generalmente en la modificación de la información, en con­creto de aquella parte considerada no pertinente por los agentes creadores de opinión; o bien en la ocultación de la misma, sobre todo de aquella que unos pocos —los manipuladores— conside­ran importante. Este último caso se puede considerar como se­cretismo con fines interesados e ideológicos. En cualquier caso, la manipulación incrementa el poder de las fuentes, emisores y mediadores en la opinión pública y desde ésta actúa sobre los re­ceptores o públicos (Jacquard, 1988).
Destaco al respecto a Van Dijk, quien articula en su modelo al mismo tiempo una interpretación lógico-formal del lenguaje y una interpretación pragmática (como texto emitido). Este autor habla de estructuras temáticas y de representación periodística. Dentro de las primeras se incluyen los acontecimientos princi­pales, los antecedentes y consecuencias, las condiciones y los ac­tores principales, mientras que en las segundas aparecen el rela­to y el resumen (titular, entradilla) y luego los comentarios (situación, consecuencias, contexto, historia, reacciones verba­les, circunstancias, acontecimientos previos, expectativas y eva­luación, entre los más importantes). Ambas partes quedan sub­sumidas en lo que este autor denomina «superestructuras del texto», que explican teóricamente los esquemas del discurso, ya que se trata de estructuras definidas por categorías y reglas simi­lares a las del relato literario (Van Dijk, 1990).
Se puede observar la variedad de aspectos de la noticia que pueden ser manipulados por la fuente y/o el emisor. Además, la lógica esquematización de la información en la noticia y sus consecuencias sobre una opinión pública débil, conformista y no conflictiva (aunque no debería ser así en la sociedad demo­crática) conduce a una permanente estereotipación de los con­tenidos.
En este proceso interminable de elaboración y emisión de mensajes traídos y llevados por los medios, los receptores, como ciudadanos que desde luego tienen conciencia de que necesitan una opinión pública objetiva y neutral sobre los problemas can­dentes de la actualidad, tienden a confiar demasiado en los me­dios, y a forjarse opiniones falsas sobre la realidad, ya se trate de acontecimientos, o bien de actuaciones de personajes de la vida pública.
La influencia de los creadores de opinión sobre los ciudada­nos es evidente en cualquier sentido, positivo o negativo, y en todos los ámbitos, incluido el político. Cuando cambian de inte­reses —y en consecuencia de opiniones—, transmiten nuevos mensajes con sus potentes tecnologías comunicativas y su extra­ordinaria manipulación semántica, arrastrando a su favor, en consecuencia, claras y numerosas modificaciones en las opinio­nes de los públicos (González Seara, 1968, 34-45).
La selección de la información por parte de los mediadores es­pecializados, se vincula estrechamente con la desinformación, que se da tanto cuando no se informa sobre algo importante, cuya difusión dañaría en mayor o menor grado ciertos intereses minoritarios, como cuando se informa mal; incluso el exceso de información puede considerarse desinformación desde el punto de vista semántico (Roiz, 1980, 135-155). La desinformación se identifica, además, con las noticias deformadas o engañosas, so­bre todo aquellas utilizadas deliberadamente como propaganda política, religiosa, económica, comercial, etc. La desinformación circula por las mismas vías de acceso para el receptor que la in­formación, compartiendo generalmente fuentes y soportes tec­nológicos.
El planteamiento de determinadas preguntas ayudará a sacar a la luz las intenciones ocultas de los emisores respecto a qué es lo adecuado para sus intereses. El conocimiento de los criterios de selección de la información y sus objetivos (para qué sirve y qué es lo más valioso de la misma) nos ofrecerá buenas pistas so­bre el poder de las empresas informativas, el rol sociopolítico del periodista y el papel de las industrias culturales en el mundo contemporáneo. Creo que algunas de las preguntas que me hago sobre los periodistas y que dejo abiertas podrían darnos res­puestas tanto acerca de su concepción del mundo y de la socie­dad como sobre su relación con los centros económicos y políti­cos de decisión informativa. Entre ellas destaco las siguientes:
Entre las formas periodísticas más utilizadas de manipulación de la información destaca la elaboración de estereotipos, sobre todo, en las noticias. Las imágenes sociales que tenemos los ciu­dadanos de alguien (personajes de la vida pública, como políticos, actores, escritores, sindicalistas, deportistas, etc.) o de algo (paí­ses, regiones, ciudades, profesiones, etc.), e incluso de grupos, ins­tituciones y organizaciones de cualquier tamaño y actividad o de miembros de sociedades, clases sociales o estamentos, son en buena parte creaciones cultural-comunicativas que nos transmi­ten los medios de comunicación dentro de sus informaciones. Muchos de los estereotipos que recibimos están incorporados a los contenidos de las noticias de actualidad y también a los acon­tecimientos históricos, referidos a hechos pasados (Sangrador, 1981). La codificación realizada se fundamenta en la selección de atributos en forma de adjetivos y adverbios de diverso signo, bien positivo o bien negativo. Los contenidos de los estereotipos sue­len cambiar, se modifican en el tiempo.
Pero también los contenidos de otro tipo de información —narraciones sentimentales o familiares, entrevistas, concur­sos, historias de la vida o espectáculos— están llenos de estere­otipos e incluso de «clichés», considerados éstos como «luga­res comunes»: playas o estaciones de esquí de moda; ciudades archifotografiadas o descritas como Nueva York, París, Roma, Miami o Los Ángeles; restaurantes de moda, edificios emble­máticos como la Torre Eiffel, el Coliseo…
La simplificación incluye, además del concepto sencillo, re­ducido y eficaz que es el estereotipo, y debido al principio de la comercialización necesaria de los mensajes, una tendencia a es­pectacularizar toda la realidad, lo que facilita el control social: primero, para adquirir un carácter cultural y comunicativo; y posteriormente, para facilitar la transmisión de las nuevas ideo­logías (el consumismo, la adquisitividad, el hedonismo, el indivi­dualismo…).
Por medio de los mecanismos descritos, todo lo que leemos, vemos, escuchamos o contemplamos está impregnado de ele­mentos de estereotipación, generalmente con carácter peyorati­vo, ya que suelen contener atributos negativos.
Tanto por su naturaleza lingüística y simbólica como por su carácter fijo y permanente, los estereotipos se resisten a ser mo­dificados (en el signo, en la clase de atributos, en las asociaciones conscientes), aunque pueden cambiar e incluso transformarse debido a los propios cambios en el lenguaje de los medios y tam­bién gracias a la educación, cuando existe disonancia cognosciti­va entre las imágenes de la realidad y la percepción real (Festin­ger, 1975). En este caso se puede producir una pérdida de credi­bilidad del medio, que se proyecta generalmente sobre la fuente (la cabecera de un periódico, una emisora de radio o una cadena de televisión).
De todo lo anterior se puede deducir que el estereotipo y el cliché encubren un sistema sociocomunicativo amplio de pre­juicios y juicios morales más o menos oculto en la sociedad (Gramsci, 1969, 339-340).
En 1921, Lippman definió el estereotipo como el elemento clave para comprender e incluso explicar los contenidos y las consecuencias de la información de su época, básicamente perio­dismo impreso. Desde entonces, y debido a su operatividad y ca­pacidad para ser manipulado, el estereotipo se ha ido convirtien­do en uno de los elementos centrales a la hora de analizar las actitudes (y opinión, valoración y juicio) de los emisores institu­cionales, ya que define una manera de tratar el mensaje y, sobre todo, de codificarlo para alcanzar el objetivo principal de los emisores: persuadir, incluso manipular (Lippmann, 1964).
Las reglas generales de construcción de los estereotipos se ba­san en la semántica y en la necesidad de producir sentido a los da­tos sobre la realidad construida. Además de facilitar el trabajo pe­riodístico (simplificación, organización, eficacia), la norma de la estereotipación conduce a una simplificación excesiva de las rela­ciones sociales que ha vaciado de contenido la mayor parte de la actividad periodística y ha influido en la creación de una opinión pública fácilmente manipulable. Entre otras consecuencias, se ha tergiversado la percepción de la complejidad por parte de los pú­blicos, que además se han acostumbrado a este tratamiento un tanto cómodo, cuando no perverso, y desde luego ideologizado. Las rutinas productivas de los emisores, en asociación con la efi­cacia de los canales técnicos, han producido una extrema simpli­ficación del mundo social y político que afecta a la calidad de la educación y cultura recibidas (Rodrigo Alsina, 1989).
Un ejemplo cotidiano: los telediarios de diversas cadenas emitidos el mismo día y en el mismo país, e incluso en países de la misma área cultural y política, tienden a «significar lo mismo» (lo estereotipado con unas variaciones mínimas), ofreciéndonos esa sensación tan generalizada entre los receptores-ciudadanos respecto a los mensajes mediatizados: la monotonía, el aburri­miento y la superficialidad.
Inicialmente el estereotipo surgió como una creencia popular elaborada por la tradición e incluso por el folklore (pensemos en la cantidad de estereotipos que contienen las leyendas históricas y los cuentos de hadas) y cuya función cultural era representar con sencillez expresiva, pero también con emotividad, determi­nado carácter de un personaje o grupo, para poder comunicarlo con sencillez y eficacia. Con el desarrollo de la comunicación de masas —y todavía más al emerger soportes como el cine, la radio y la televisión—, el estereotipo se ha ido transformando en una mezcla de tópico y de cliché, poco apta para representar la realidad.
Es frecuente que en nuestra cultura de masas europeo-occi­dental, los delincuentes aparezcan en los estereotipos como jó­venes morenos, que visten pantalones vaqueros, de rasgos angu­losos y agresivos; que los alemanes sean gruesos, rubicundos, bebedores de cerveza y vocingleros; que los catalanes sean labo­riosos y racionales pero tacaños y mal hablados, etc.
Los medios modernos de comunicación suelen transmitir, aparte de estereotipos generales como los señalados, estereoti­pos específicos relacionados con personajes de la vida política, económica, sindical, cultural, deportiva o del propio ámbito de la comunicación (presentadores de televisión, directores de cine, guionistas, etc.), que suelen ser diferentes, ya que tienden a con­centrar su atención en atributos de apariencia personal (vestir a la moda, apariencia física, incluso atributos sexuales), así como tics y tópicos de personalidad establecidos por el ambiente y hasta por los propios periodistas, desde simpatía y relaciones so­ciales hasta atracción erótica y capacidad amatoria.
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